domingo, 19 de diciembre de 2010

Dólares

Es costumbre, en Termodinámica, dividir el Universo en dos partes claramente diferenciadas: el sistema, lo que se pretende estudiar, y el entorno, lo que no es sistema; de esta forma el estudio de la evolución del sistema requiere un análisis riguroso de los intercambios de materia y energía entre el sistema propiamente dicho y el entorno. Se trata de un procedimiento muy antiguo, tan antiguo que sorprende cómo en determinadas disciplinas se prescinde de un protocolo tan elemental. Fuera de la Termodinámica un sistema puede ser un individuo, su pueblo, su región, su nación, su continente...

En función de lo intercambiable, los sistemas pueden ser abiertos o cerrados. Pertenezco a una generación que evolucionó desde un sistema cerrado, es decir, un sistema sin intercambio de información con el entorno, a un sistema abierto, donde todos los flujos son permitidos. Pasamos desde aquel cuartel autárquico a un mundo en el que la información no tiene límites, no conoce fronteras; se pude decir que la deslocalización de las fuentes ha provocado la fusión de los sistemas con el entorno, hasta tal punto, que resulta difícil distinguir sus límites.

Enredada en la memoria quedó una conversación de críos; sentados en aquel suelo acementado discutíamos a propósito de España, y sólo teníamos dos alternativas: o España era el barrio San Alberto o era algo más grande, tan grande que sólo podía ser Mataporquera. Indudablemente, el desconcierto que generaba en nosotros la palabra España era debido a la ausencia de información. Pero, y éste es el problema, probablemente era ese desconcierto el que aportaba la conciencia de grupo, de colectividad, vamos, el ser de Mataporquera.

Recientemente, sentado en uno de los bancos de la plaza, observé a dos muchachas que la atravesaban camino del Chamberí: deportivas, vaqueros, camisetas y chicles. La misma indumentaria y el mismo masticar que observé en las muchachas de la Quinta Avenida, Carnaby Street o la rue de Rivoli. Supongo que tal manifestación de uniformidad evidencia un beber en las mismas fuentes: cine, TV, internet..Tal uniformidad, para algunos el fin del mundo, ha desdibujado tanto las fronteras que cabe preguntarse, otra vez, qué significa ser de Mataporquera, ser cántabro, ser español, ser europeo...

Supongo que los que buscan diferenciarse de los demás, vana ilusión, les gusta llamarse cántabros, catalanes..., los que eluden tal disyuntiva, se dicen ciudadanos y, cómo no, los que siguen sin enterarse de que es imposible detener los flujos de información, se autodenominan...políticos.

Y todo esto porque esta mañana leí que Goldman Sachs estima que dentro de un año el dólar se cambie a 1,5 dólares por euro, y alguno, me temo, aún cree en la incidencia de las políticas económicas locales...

El que a su mujer procura
dar remedio al mal de madre,
y ve que no la comadre
sino que el Cura la cura,
si piensa que el Padre Cura
trae la virtud en la estola,
mamóla

El padre que no replica
viendo gastar a la hijas
galas, copetes y sortijas,
desde la grande a la chica,
si piensan que no usan de pica
cuando ya saben de gola
mamóla

(Algunos afirman que las letrillas son de Góndora, otros lo niegan. Algunos piensan que el desastre económico lo creó un tal Zapatero, otros que se arregla con sentido común, al resto nos preocupa un dolar tan barato. En realidad, lo único cierto es que a Marisa Amo le incomoda que la página esté parada. Pues para que no se pare...)


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