domingo, 6 de junio de 2010

El molino

Con la que está cayendo resulta reconfortante volver a ver American Graffiti, no sólo por sentirse joven una vez más, sino por aquello de reflexionar sobre en qué lugar del camino perdimos el rumbo. Si bien la película narra una despedida en el último verano de la adolescencia, desde la óptica actual, con esta crisis que nos corroe, bien podría considerarse un adiós a una época irrepetible. Claro que nosotros, corría el año 62, emergiendo de aquel autarquismo cuartelero , difícilmente pudimos disfrutar de aquella prosperidad que envolvía el mundo occidental, pero esto no resta generalidad.

Para Paul Krugman, premio Nobel de Economía, aquella época resultó ser el paradigma de la prosperidad económica, entendida ésta como un reparto equitativo de la riqueza. Sin abusar de cifras macroeconómicas, es el momento en el que se minimiza la diferencia entre salarios altos y bajos y en el que una familia, con un único sueldo, podía comprar casa, automóvil, electrodomésticos y enviar a sus hijos a la Universidad. Aquello ya pasó, llegaron los Reagan, Thatcher y demás, los neoliberales, con su política de bajos impuestos para los más ricos, y convirtieron Occidente en un remedo del XIX. Aquí también nos llegó la ola, cómo no, recuerden aquel España va bien, y, de repente, casi beodos, nos dimos cuenta que con dos sueldos, lo de comprar casa y ajuar resultaba tremendamente complicado; tal como van las cosas, y por eso de terminar con la hipoteca, probablemente acabemos “emparejándonos” de tres en tres.

Realmente, cuando nos despedimos aquel verano, todos tuvimos nuestro último verano, no esperábamos esto; soñábamos con un mundo distinto, un mundo sin diferencias ni discriminaciones, sin violencia y, sobre todo, sin pobreza. ¿Dónde nos equivocamos?. Leo las cifras de paro juvenil, cerca de un 40 %, y pienso si mereció la pena tanto viaje para llegar al mismo sitio. Algunos dicen que en los 80 fue peor, no lo se, pero en este país los jóvenes nunca fueron bien vistos, y si alguien ha de pagar por tanto desatino, ¡que lo paguen los jóvenes¡

Salvando las distancias, recuerdo que un grupo de jóvenes, en virtud de la carencia de expectativas de ocio en Mataporquera, fundó una especie de club; estaba ubicado en una casa a las afueras, un lugar al que decían “El Molino”. Con esfuerzo e imaginación aquellos muchachos decoraron el local según los gustos del momento, aún recuerdo los excesos cromáticos en las paredes, y adquirieron un magnífico giradiscos. Gracias a su iniciativa pude asistir a mi primer guateque, y por qué no , al primer ataque de timidez y a la primera negativa. Desgraciadamente, por primera vez, viví el desprecio de los adultos a toda iniciativa juvenil... ¡arriba la tradición y muera la creatividad! . Los comentarios en “la cope” fueron siniestros: antro de perdición, panda de golfos, escondite de vagos...en fin, confianza a raudales. Y cómo no, la prohibición: ¡ni se te ocurra ir al Molino¡. Pues sí, yo acudí en diversas ocasiones, escuché aquellos vinilos, me fumé los primeros cigarrillos y contemplé lujurioso a las primeras muchachas. Y, además, disfruté. Apenas recuerdo los nombres de aquellos muchachos, pero creo que va siendo hora de felicitarles por colocar una bombilla en aquel lugar gris y oscuro llamado Mataporquera.

Releo algunos correos de antiguos alumnos, todos en el extranjero, y encuentro una pauta común: “Mientras en España, con todo mi currículum, no era más que un gilipollas, aquí me tratan de Vd”. He visto al embajador inglés en el aeropuerto del Prat, con su traje de raya diplomática, despedir con una pancarta a la enfermera número mil que huía hacia Inglaterra. O sea, nosotros pagamos su formación y ellos, los ingleses, disfrutan de su competencia profesional. Definitivamente, parodiando a los hermanos Cohen, éste no es un país para jóvenes.

No espero nada, llevamos muchos años ya sin que estos políticos que nos ha tocado votar alcancen acuerdo alguno. Decía el profesor Fabián Estapé que las promociones académicas son como las cosechas de vino, de vez en cuando surge una añada extraordinaria. Vistos los políticos actuales desde esta perspectiva, diríase que nos salió un vino peleón.

Otro tiempo vendrá distinto a éste. 
Y alguien dirá:  

«Hablaste mal. Debiste haber contado

otras historias: 

violines estirándose indolentes 

en una noche densa de perfumes, 

bellas palabras calificativas 

para expresar amor ilimitado,  

amor al fin sobre las cosas  

todas.»

Pero hoy, 

cuando es la luz del alba

como la espuma sucia 

de un día anticipadamente inútil,

estoy aquí,

insomne, fatigado, velando 

mis armas derrotadas,

y canto

todo lo que perdí: por lo que muero.

(Ángel González)

botero1957@yahoo.es