miércoles, 19 de enero de 2011

¿Tiempo de delatores, Sr Revilla?

Aquel taxi terminó con mi ya menguada cartera. El tren había llegado con retraso a Chamartín y disponía del tiempo justo para llegar a una entrevista profesional (cuestión de alubias). Y allí estaban, en plena Castellana, con pancartas y silbatos... Cientos de monjas, con todo tipo de hábitos, gritando como posesas y reivindicando, ¡manda huevos!, libertad de enseñanza. El taxi detenido en el atasco, el contador, impertérrito, sumando pesetas, y en una tertulia radiofónica se hacían conjeturas a propósito de las futuras decisiones de un tal Felipe González, recién nombrado Presidente del Gobierno.

Después de lo que habíamos vivido, después de aquel férreo control que el franquismo y las instituciones católicas habían ejercido sobre la enseñanza, ¿qué pedían las monjas?. ¿qué hacía la palabra libertad en sus pancartas? Se trataba de una burda mixtificación, de prostituir una palabra en aras de conseguir unos fines más prosaicos, o sea, subvención y privilegios. Desgraciadamente, no es éste el único ejemplo en que un determinado grupo de opinión retuerce el significado de una palabra con objeto de manipular, presionar o, simple y llanamente, faltar a la verdad.

Valgan como ejemplos, faltaría más, los servicios de inteligencia yankees tratando de ocultar sus torpezas, destapadas en WikiLeaks, acusando a determinados ciudadanos de “delatores”, y, en versión mesa camilla y botijo, el Sr. Revilla, que recientemente nos deleitaba con una columna en el diario “El Mundo” titulada “Tiempo de delatores”.

No me sorprende, nunca me gusto este tipo. Populista, socarrón, excesivamente folclórico...un tipo tremendamente ladino y tramposo. A este individuo la ley antitabaco, que de ninguna manera prohibe fumar, salvo en determinados espacios públicos, le recuerda la posguerra, el nazismo y la Inquisición. Pues no, Sr. Revilla, cuando uno llama a las autoridades para denunciar que el vecino sacude a la señora, no está ejerciendo de delator, ni de soplón, ni de chivato: ejerce de ciudadano. De la misma manera obra quien denuncia al que no paga sus impuestos, al que construye ilegalmente, al que no arregla con suficiente diligencia los baches de la carretera y, por supuesto, a quien fuma un puro en un restaurante sin considerar si comparte espacio con asmáticos, alérgicos, embarazadas, niños...

En realidad las cosas son bastante más simples; a medida que nos civilizábamos, fuimos arrinconando determinados gestos, bien por pudor o bien por higiene. De está forma aprendimos que para hacer ciertas cosas debíamos acudir al baño, que no debíamos escupir en la calle,... ni eructar, ni emitir flatulencias en público y, mucho menos, en el restaurante. Es decir, hoy en día, las guarrerías corresponden al ámbito de lo privado. Y fumar, no lo negará, Sr. Revilla, es una guarrería bastante más cochina que las demás, es por esto que se le invita a Vd. a fumar fuera del restaurante: por higiene. Por cierto, Sr. Revilla, ¿se lava Vd. las manos después de fumar su puro?

También a Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española, le dio por apuntarse al disparate, y después de afirmar que “domina la ley el espíritu persecutorio”, para dar más relevancia a sus críticas, concluía su artículo (“Teoría y realidad de la ley contra el fumador”, El país) con un “P.S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo”. Mentira, Sr. Rico, le hemos visto fumar por activa y por pasiva, aquí, allá y acullá. Además, no parece muy honrado que alguien tan alejado de la ciencia como Vd., cuestione resultados científicos que, por otra parte, tan sólo un lerdo o un ejecutivo de una tabacalera se atreven a cuestionar.

También se pronunció ese a modo de australopithecus que ejerce de alcalde de Valladolid, no me molesto en transcribir sus estúpidos chascarrillos. Tampoco me paro a reflexionar acerca del porqué los ciudadanos eligen determinados alcaldes, ...¡desdichados!

Pues no, Sr. Revilla, todos los ciudadanos tienen derechos, incluso los no fumadores, y la reivindicación de esos derechos no supone delación, sino un ejercicio de ciudadanía. Fíjese, Sr. Revilla, si realmente a los españoles nos diera por exigir los derechos que nos corresponden en materia de educación, de sanidad, de vivienda...de manera formal y organizada, ¿sería Vd. Presidente?

¿Tiempo de delatores? No, Sr. Revilla: tiempo de ciudadanos.


...Propio es de hombres de cabezas medianas el embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. A todos nos conviene, amigos queridos, que nuestros dirigentes sean siempre los más inteligentes y los más sabios.

(Un apócrifo llamado Juan de Mairena)

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