miércoles, 11 de julio de 2012

Funcionarios

Soy funcionario, nivel A, sí, olvide esa media sonrisa, no pienso pedir disculpas por ello, en realidad me importa un comino lo que Vd. piense, desgraciadamente no todo el mundo esta capacitado para pensar. Es más, me siento orgulloso por ello. ¿Sabe por qué?, pues porque no le debo favores a nadie. Fue simple, un buen día me vine a Madrid y, tras superar una serie de exámenes, gané una oposición. No, no se preocupe, no le voy a pasar la factura por los gastos que me ocasionó aquel mes de estancia en Madrid, ni por las horas de trabajo no remunerado que me llevó preparar la oposición, ni por las angustias, las dudas y demás, todo aquello ya lo olvidé, agua pasada. Fue sencillo, no fue necesario recurrir a amiguetes, ni a padrinos, ni al tío Cardenal o al suegro General, tan sólo a mis conocimientos. Así que no debo favores, esto es preferible a no deber dinero al Banco, y, en la medida que no debo favores, soy libre, para pensar, para opinar, incluso para mandarle a Vd. a tomar por el culo.

Sí, por supuesto, me tomo el cafelito y leo la prensa, varios periódicos en ocasiones. Es más, acostumbro a tomar el café con trabajadores del Banco de Santander, de Mafre o Bankia, trabajan en las inmediaciones; pues sí, no haga gestos de extrañeza, los no funcionarios también toman café, incluso orinan y defecan - al igual que los funcionarios - en plena jornada de trabajo. Le diré más, por el tipo de trabajo que realizo, algunos días trabajo desde casa - ya sabe, basta conectar el ordenador - y otros no voy hasta las doce al trabajo, todo un lujo, sobre todo si es Vd. el que lo juzga. Lo que no le cuento, ni me molesto, es cuándo finaliza la jornada, por la sencilla razón de que no finaliza; tampoco le voy a hablar, sobre todo por no ver sus gestos, de los fines de semana trabajando, de los famosos puentes, que también me pasé trabajando, de determinadas vacaciones que volaron, incluso de las noches que me levanté desvelado porque los resultados de mi trabajo no eran los deseables. Como aquí no existen las horas extras, algunos días llego tarde, porque quiero y porque me da la gana; incluso, si estuve trabajando hasta las tantas, me permito el lujo de estar de mal humor y no ser suficientemente cortés, es natural, como a cualquier trabajador, incluidos los no funcionarios, de vez en cuando también me duelen las pelotas.

Cobro un buen sueldo, cobraba más bien, después de tanto recorte ha quedado sensiblemente mermado. No me agobio, si han de recortar qué le vamos a hacer. No es que esté de acuerdo, sospecho que existen procedimientos más racionales para arreglar el desaguisado económico del país, pero me aguanto. Bastaba con esto, punto y final. Pero no, al parecer no les bastaba con bajarnos el sueldo, además era preciso desprestigiarnos, así que estos individuos, pongamos el tal Beteta de los cullons, orquestaron tal campaña de desprestigio en los medios de comunicación afines, amén de los palmeros correspondientes, como Vd. mismo, que me siento humillado, vilipendiado y, lo que es peor, enculado. Sí, sí, le puedo poner nombres y apellidos, ahí tiene a la Presidenta-Chulapa, Doña Espe, que dijo que los profesores sólo trabajaban dieciocho horas a la semana; al ínclito Beteta, el de los cafelitos, un tipo que únicamente ha “trabajado” en cargos políticos...pero en fin, Vd., que es tonto de baba, también opina que los funcionarios son unos vagos, que les enchufó el primo... No se qué hago explicándoselo, para que Vd. comprenda algo tan elemental es preciso que sus neuronas entren en resonancia y eso requiere toda la energía del universo, un suceso imposible.

Seguramente Vd. es uno de esos primos que entró al trapo en eso que el Estado gasta mucho. Pues no, señor enterado, seguramente gasta mal, eso es evidente, pero no mucho, compare las cifras con las de otros países. Lo que no hace, y aquí todos calladitos, es recaudar. El nivel de recaudación de este país es paupérrimo, con una maldad añadida, prácticamente el 80% de lo recaudado procede de las nóminas; el capital, qué le voy a decir, está prácticamente exento de pagar impuestos. Imagínese, no se preocupe, usar la inteligencia no provoca dolor de espalda, si durante los años de bonanza todos los españoles hubiesen pagado los impuestos que les correspondían ahora no tendríamos deudas. No hace falta que le cuente a cuánto asciende el nivel de fraude fiscal del país, está en todos los medios. Es por esto que el inefable Don Mariano decidió premiar a los defraudadores - ahí está esa amnistía fiscal - y castigar a los cumplidores. Y les premia porque gracias a ellos ( y algún que otro gañán) ocupa el lugar que ocupa, la Presidencia del Estado. ¡Un crack!

Y nada más, ya me tiene Vd. un poco harto; no obstante, le diré cuáles son mis planes de futuro. Sencillo: no gastar. ¿Cómo?, más simple aún, utilizando los servicios públicos, que para eso están. Nada de colegios, ni clínicas concertadas, tanto los médicos de la Seguridad Social, como los profesores de los Colegios Públicos son excelentes profesionales y, además, no lo olvide, no deben favores a nadie; ¿la cultura?, en las bibliotecas públicas, son magníficas; ¿las vacaciones?, son prescindibles, un imperativo comercial; ¿la compra diaria?, en Mercadona, nada de productos sofisticados; ¿las cenas con los amigos?, en casa, por supuesto; ¿el cafelito?, ...en el termo, naturalmente.



Cuando veía entrar en el Ministerio y pasar al despacho del ministro al representante de Rothschild o de otra opulenta casa española o extranjera, pensaba cuán útil sería ahorcar a todos aquellos señores que no iban allí sino a tramar algún enjuague. Estas ideas y otras semejantes las vertía Pantoja en el círculo del café adonde concurría, siendo objeto de punzantes burlas por su estrechez de miras; pero él no se daba a partido. ¿Hablábase de Hacienda? Pues en el acto tremolaba Pantoja su banderín con este sencillo y convincente lema: «Mucha administración y poca o ninguna política.» Guerra a los grandes negocios, guerra al agio y guerra también a los extranjeros, que no vienen aquí más que a explotarnos y a llevarse el cumquibus, dejándonos más pobres que las ratas. Tampoco ocultaba Pantoja sus simpatías por el rigor arancelario, pues el libre cambio es la protección a la industria de extranjis.


Al propio tiempo sostenía que los propietarios se quejan de vicio, que en ninguna parte se pagan menos contribuciones que en España, que el país es esencialmente defraudador, y la política el arte de cohonestar las defraudaciones y el turno pacífico o violento en el saqueo de la Hacienda. En suma, las ideas de Pantoja eran tres o cuatro, pero profundamente incrustadas en su “intellectus”, como si se las hubieran metido a mazo y escoplo. Su conversación en el círculo de amigos languidecía, porque nunca hablaba mal de sus jefes, ni censuraba los planes del ministro; no se metía en honduras, ni revelaba ningún secreto de entre bastidores. En el fondo de su cerebro dormía cierto comunismo de que él no se daba cuenta. De este tipo de funcionario, que la política vertiginosa de los últimos tiempos se ha encargado de extinguir, quedan aún, aunque escasos, algunos ejemplares.

Miau, 1888. Benito Pérez Galdós

1 comentario:

  1. hola yo tambien soy empleado publico, cocinero en una residencia de ancianos, y no solo suscribo todo lo que dices si no que animo a todos los empleados publicos a hacer lo mismo, revindicar que mientras unos (gobernantes) no dejan de echar mierda sobre nosotros,seguimos dando de comer a ancianos y niños, los cuidamos, educamos a los hijos de un gran porcentaje de la poblacion, les ayudamos a pagar su impuestos, y a todos los tramites que tienen que hacer con las administraciones, que apagamos los fuegos, velamos por la seguridad cicudadana, limpiamos colegios e istalaciones publicas, y un larguisimo etc.

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