jueves, 26 de mayo de 2011

Retahílas

Tengo suficiente edad para recordar, es posible que con cierto desorden, la frenética actividad que se desplegaba en torno a la cantera de la fábrica Unquinesa. Sentado entre matorrales, en un pequeño altozano situado junto a la cantera, contemplaba aquel ir y venir de multitud de trabajadores que arrancaban la piedra caliza para su posterior transformación en los hornos. Recuerdos en sepia de un pasado remoto: mulos tirando de vagonetas, obreros horodando la roca con barras y mazas, el penoso transportar de la dinamita- su sonido seco y la inmediata lluvia de pedruscos-, la sirena y un interminable desfilar de trabajadores sudorosos y agotados.

Un buen día me monté en un tren y todo aquello desapareció de mi horizonte cotidiano; no se cuánto tiempo pasó hasta que volví a mi observatorio privado, pero aquello había cambiado radicalmente, ya no se divisaban mulos ni vagonetas, sino potentes excavadoras y cintas transportadoras; tampoco se veían obreros, apenas media docena. En principio me alegré, habían desaparecido algunos trabajos que era mejor no recordar, pero inmediatamente sentí un incómodo desasosiego, me pregunté por el destino de aquellos trabajadores que ya no estaban allí, por el de sus hijos, antiguos amigos míos, por sus esperanzas, por sus planes truncados.

Todos nosotros sabemos que aquello no terminó allí; bien por el implacable avance de la tecnología, bien por la mala cabeza de los directivos o bien por las torpezas de nuestros dirigentes políticos, hemos visto a lo largo de todos estos años muchos cambios de actividad, cierres patronales, reconversiones y, al abrigo de esa maldad llamada globalización, deslocalizaciones industriales. Atrás, truncados quedaron, de nuevo, los sueños, las esperanzas y el futuro de muchas personas. Es como una maldición cíclica, que se se repite inmisericorde, que aparece cada cierto tiempo cobrándose nuestros anhelos, bebiéndose nuestros desvelos y riéndose de nuestras previsiones.

Pero se nos olvida, enseguida recobramos nuestro optimismo, retiramos de nuestro pensamiento a los que se quedaron apartados en el camino, a los que perdieron el tren, a los que se enriquecieron a base de fechorías y, ¡hala!, a consumir. Qué nos importan los fracasados, los africanos en patera, los marginados, los machacados por el sistema. Perdimos el pudor, ni tan siquiera disimulamos, lo único que hace historia es un Madrid- Barcelona, la profundidad filosófica de Belén Esteban o los pautados rebuznos de ese al que dicen Mou.

¿Tienes problemas? ¿Qué tus hijos comparten banco escolar con un inmigrante? No te preocupes, nosotros tenemos la solución, en los colegios privados que financiamos con dinero púbico los únicos inmigrantes son los hijos del embajador. ¿Qué has tenido que esperar en la cola del médico porque unos cuantos negros demandaban atención médica? ¿Qué me dices? En nuestros hospitales privados financiados con dinero público no tienen cabida los de las pateras. Además salen más baratos, che, una bicoca, pues a los gordos, asmáticos, sidosos y demás gente mal alimentada los enviamos a los hospitales públicos. Si es que no hay gente más barata que los guapos y delgados. ¿Qué pagas impuestos? Coño, eso se dice antes, no te preocupes que en nuestro programa electoral queda claro que a partir de ahora sólo pagarán impuestos esos desagradecidos de la nómina, el resto de actividades quedará libre de impuestos, ¡Faltaría más!

Ya, todo eso está muy bien, pero fíjese Vd., Doña Espe, resulta que esos desharrapados construyeron una cooperativa en mitad del pueblo - Cooperativa Obrera la llaman- y no podemos subir los precios en nuestros establecimientos. Se organizaron y resulta que son ellos los que fijan los precios, ¡no se dónde vamos a llegar!. No se preocupen Vds, en un año, con nuestras televisiones financiadas con dinero público, convenceremos a esos desdichados que los productos de sus establecimientos son mucho mejores, dónde van Vds a parar, incluso que rejuvenecen, que estiran la piel y dan lustre al escroto. No se preocupen, todo eso lo solucionaremos con la TDT.

En otro orden de cosas - nos ponemos pomposos, luz tenue... fondo de pasodoble-, sabe Vd, Doña Espe, que en nuestras factorías tenemos trabajadores con tanta antigüedad que cuestan una pasta, y nosotros necesitamos ganar dinero, ya sabe, queremos disfrutar de nuestras vacaciones en Sicilia, perdón, un lapsus, quería decir Valencia...Que no cunda el pánico, vamos a cambiar la legislación laboral y podrán deshacerse de esos costosos trabajadores en un abrir y cerrar de ojos, y, aquí está la gracia, sustituirlos por esos jóvenes que tienen tres carreras y dos idiomas, no se asusten, ya saben Vds que son unos inútiles. Además podrán contratarlos como becarios...o como becarias por si quieren emular a Bill.

¡Qué recuerdos, che¡ Y yo allí, en la verbena, en un pueblo que se llamaba Cuena, un tipo con un acordeón y otro con un a modo de pandereta amenizaban un insulso balanceo colectivo, y no se porqué, aún recuerdo, tachín, tachín, sutil y profundo...el estribillo: Se comenta por el pueblo...que tu novio es un ligón.... Tachín.

Y era exactamente igual, te lo aseguro, que estar agarrando entre los dos un hilo cada uno por el cabo que el otro le largaba ‘toma hilo, dame hilo’, de verdad completamente así, era tejer.

Retahílas. Carmen Martín Gaite

martes, 17 de mayo de 2011

Mueran los cabrones y los campos del honor

No, no se trata de un exabrupto, se trata de una vieja novela de Benjamín Peret, de una época en la que se experimentaba con la escritura y en la que Dadá tan sólo era un payaso con alpargatas. Una novela absurda, al menos eso pensé cuando la leí hace ya muchos años sin enterarme de nada. Tan absurda como la lectura de la prensa económica actual, en la que uno constata día a día cómo los causantes de la crisis se van de rositas y determinados políticos nos intentan convencer de la bondad de unas ideas neoliberales que convierten al ciudadano medio en perjudicado y, por ende, en idiota.

Por supuesto, no entiendo nada de economía, pero dada la falta de previsión ante la crisis, no sólo de España, sino de todos los países occidentales, los estrambóticos errores de las agencias de calificación, el papel de los bancos adjudicando créditos con marchamo de inmediato impago...podría pensarse, en primera aproximación, que tampoco ellos saben una mierda de economía. Valga como prueba la falta de acuerdo entre reputados economistas sobre el origen de la crisis y, lo que es peor, sobre las posibles soluciones.

No obstante, si analizo los platos rotos, las consecuencias para amplios sectores de la población y la falta de consecuencias para una minoría, perteneciente fundamentalmente al sector financiero, empiezo a sospechar que saben de economía bastante más de lo que parece, sobre todo cuando se trata de engordar sus bolsillos. Da la impresión que, desde el sector financiero, únicamente se desarrollaron estrategias para, con la innegable colaboración de determinados sectores políticos, saquear las finanzas públicas con absoluta impunidad. Este es un fenómeno global, donde la desregulación y la falta de control sobre los flujos monetarios constituyen las pautas comunes en el obrar de todos los países occidentales.

¿Queda algo por saquear? Sorprendentemente sí, la Seguridad Social. El terreno ya ha sido abonado. En los últimos meses se han publicado en diferentes medios sesudos artículos recomendando tanto el copago como la apertura de la Seguridad Social a empresas privadas (desde luego, no se informa de quién financia a los economistas que escriben esos artículos). En algunas Comunidades Autónomas ya empezó el saqueo, sirvan como ejemplo la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana, ambas gobernadas por el PP, o, mejor dicho, por los núcleos ultraliberales del PP. La última cuchillada trapera procede de Convergència i Unió, compensando la bajada de impuestos con serias restricciones en la Sanidad Pública.

Es una pena. Pienso que la Seguridad Social es una de las pocas cosas que hemos hecho bien en este país y debemos sentirnos orgullosos por ello. Además es una ganga, pues de la comparación con el peso en el PIB con respecto a otros países occidentales se induce que es realmente barata y que nuestros médicos y enfermeras cuestan tres duros de los de cinco pesetas. Pero, no cabe duda que puede llegar a ser un magnífico negocio si se lo cedemos a determinados amiguetes. Bernardo Provenzano, el que fuera jefe supremo de la Cosa Nostra durante cuarenta años, acostumbraba a escribir: Me alegro de saber que todos gozáis de excelente salud. Lo mismo puedo decir de mí en este momento, a Dios gracias. Pues eso.




El señor Carbón había evidentemente perdido toda la razón. Lo dejé triturar sus relojes y huí a toda carrera. En una curva del camino vi un enorme guijarro de unos tres metros de alto. Me lancé de cabeza y me zambullí dentro de él. Estaba salvado. Podía contemplar el porvenir con tranquilidad. Me instalé.

Benjamín Peret

botero1957@yahoo.es