Tengo suficiente edad para recordar, es posible que con cierto desorden, la frenética actividad que se desplegaba en torno a la cantera de la fábrica Unquinesa. Sentado entre matorrales, en un pequeño altozano situado junto a la cantera, contemplaba aquel ir y venir de multitud de trabajadores que arrancaban la piedra caliza para su posterior transformación en los hornos. Recuerdos en sepia de un pasado remoto: mulos tirando de vagonetas, obreros horodando la roca con barras y mazas, el penoso transportar de la dinamita- su sonido seco y la inmediata lluvia de pedruscos-, la sirena y un interminable desfilar de trabajadores sudorosos y agotados.
Un buen día me monté en un tren y todo aquello desapareció de mi horizonte cotidiano; no se cuánto tiempo pasó hasta que volví a mi observatorio privado, pero aquello había cambiado radicalmente, ya no se divisaban mulos ni vagonetas, sino potentes excavadoras y cintas transportadoras; tampoco se veían obreros, apenas media docena. En principio me alegré, habían desaparecido algunos trabajos que era mejor no recordar, pero inmediatamente sentí un incómodo desasosiego, me pregunté por el destino de aquellos trabajadores que ya no estaban allí, por el de sus hijos, antiguos amigos míos, por sus esperanzas, por sus planes truncados.
Todos nosotros sabemos que aquello no terminó allí; bien por el implacable avance de la tecnología, bien por la mala cabeza de los directivos o bien por las torpezas de nuestros dirigentes políticos, hemos visto a lo largo de todos estos años muchos cambios de actividad, cierres patronales, reconversiones y, al abrigo de esa maldad llamada globalización, deslocalizaciones industriales. Atrás, truncados quedaron, de nuevo, los sueños, las esperanzas y el futuro de muchas personas. Es como una maldición cíclica, que se se repite inmisericorde, que aparece cada cierto tiempo cobrándose nuestros anhelos, bebiéndose nuestros desvelos y riéndose de nuestras previsiones.
Pero se nos olvida, enseguida recobramos nuestro optimismo, retiramos de nuestro pensamiento a los que se quedaron apartados en el camino, a los que perdieron el tren, a los que se enriquecieron a base de fechorías y, ¡hala!, a consumir. Qué nos importan los fracasados, los africanos en patera, los marginados, los machacados por el sistema. Perdimos el pudor, ni tan siquiera disimulamos, lo único que hace historia es un Madrid- Barcelona, la profundidad filosófica de Belén Esteban o los pautados rebuznos de ese al que dicen Mou.
¿Tienes problemas? ¿Qué tus hijos comparten banco escolar con un inmigrante? No te preocupes, nosotros tenemos la solución, en los colegios privados que financiamos con dinero púbico los únicos inmigrantes son los hijos del embajador. ¿Qué has tenido que esperar en la cola del médico porque unos cuantos negros demandaban atención médica? ¿Qué me dices? En nuestros hospitales privados financiados con dinero público no tienen cabida los de las pateras. Además salen más baratos, che, una bicoca, pues a los gordos, asmáticos, sidosos y demás gente mal alimentada los enviamos a los hospitales públicos. Si es que no hay gente más barata que los guapos y delgados. ¿Qué pagas impuestos? Coño, eso se dice antes, no te preocupes que en nuestro programa electoral queda claro que a partir de ahora sólo pagarán impuestos esos desagradecidos de la nómina, el resto de actividades quedará libre de impuestos, ¡Faltaría más!
Ya, todo eso está muy bien, pero fíjese Vd., Doña Espe, resulta que esos desharrapados construyeron una cooperativa en mitad del pueblo - Cooperativa Obrera la llaman- y no podemos subir los precios en nuestros establecimientos. Se organizaron y resulta que son ellos los que fijan los precios, ¡no se dónde vamos a llegar!. No se preocupen Vds, en un año, con nuestras televisiones financiadas con dinero público, convenceremos a esos desdichados que los productos de sus establecimientos son mucho mejores, dónde van Vds a parar, incluso que rejuvenecen, que estiran la piel y dan lustre al escroto. No se preocupen, todo eso lo solucionaremos con la TDT.
En otro orden de cosas - nos ponemos pomposos, luz tenue... fondo de pasodoble-, sabe Vd, Doña Espe, que en nuestras factorías tenemos trabajadores con tanta antigüedad que cuestan una pasta, y nosotros necesitamos ganar dinero, ya sabe, queremos disfrutar de nuestras vacaciones en Sicilia, perdón, un lapsus, quería decir Valencia...Que no cunda el pánico, vamos a cambiar la legislación laboral y podrán deshacerse de esos costosos trabajadores en un abrir y cerrar de ojos, y, aquí está la gracia, sustituirlos por esos jóvenes que tienen tres carreras y dos idiomas, no se asusten, ya saben Vds que son unos inútiles. Además podrán contratarlos como becarios...o como becarias por si quieren emular a Bill.
¡Qué recuerdos, che¡ Y yo allí, en la verbena, en un pueblo que se llamaba Cuena, un tipo con un acordeón y otro con un a modo de pandereta amenizaban un insulso balanceo colectivo, y no se porqué, aún recuerdo, tachín, tachín, sutil y profundo...el estribillo: Se comenta por el pueblo...que tu novio es un ligón.... Tachín.
Y era exactamente igual, te lo aseguro, que estar agarrando entre los dos un hilo cada uno por el cabo que el otro le largaba ‘toma hilo, dame hilo’, de verdad completamente así, era tejer.
Retahílas. Carmen Martín Gaite
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