jueves, 26 de mayo de 2011

Retahílas

Tengo suficiente edad para recordar, es posible que con cierto desorden, la frenética actividad que se desplegaba en torno a la cantera de la fábrica Unquinesa. Sentado entre matorrales, en un pequeño altozano situado junto a la cantera, contemplaba aquel ir y venir de multitud de trabajadores que arrancaban la piedra caliza para su posterior transformación en los hornos. Recuerdos en sepia de un pasado remoto: mulos tirando de vagonetas, obreros horodando la roca con barras y mazas, el penoso transportar de la dinamita- su sonido seco y la inmediata lluvia de pedruscos-, la sirena y un interminable desfilar de trabajadores sudorosos y agotados.

Un buen día me monté en un tren y todo aquello desapareció de mi horizonte cotidiano; no se cuánto tiempo pasó hasta que volví a mi observatorio privado, pero aquello había cambiado radicalmente, ya no se divisaban mulos ni vagonetas, sino potentes excavadoras y cintas transportadoras; tampoco se veían obreros, apenas media docena. En principio me alegré, habían desaparecido algunos trabajos que era mejor no recordar, pero inmediatamente sentí un incómodo desasosiego, me pregunté por el destino de aquellos trabajadores que ya no estaban allí, por el de sus hijos, antiguos amigos míos, por sus esperanzas, por sus planes truncados.

Todos nosotros sabemos que aquello no terminó allí; bien por el implacable avance de la tecnología, bien por la mala cabeza de los directivos o bien por las torpezas de nuestros dirigentes políticos, hemos visto a lo largo de todos estos años muchos cambios de actividad, cierres patronales, reconversiones y, al abrigo de esa maldad llamada globalización, deslocalizaciones industriales. Atrás, truncados quedaron, de nuevo, los sueños, las esperanzas y el futuro de muchas personas. Es como una maldición cíclica, que se se repite inmisericorde, que aparece cada cierto tiempo cobrándose nuestros anhelos, bebiéndose nuestros desvelos y riéndose de nuestras previsiones.

Pero se nos olvida, enseguida recobramos nuestro optimismo, retiramos de nuestro pensamiento a los que se quedaron apartados en el camino, a los que perdieron el tren, a los que se enriquecieron a base de fechorías y, ¡hala!, a consumir. Qué nos importan los fracasados, los africanos en patera, los marginados, los machacados por el sistema. Perdimos el pudor, ni tan siquiera disimulamos, lo único que hace historia es un Madrid- Barcelona, la profundidad filosófica de Belén Esteban o los pautados rebuznos de ese al que dicen Mou.

¿Tienes problemas? ¿Qué tus hijos comparten banco escolar con un inmigrante? No te preocupes, nosotros tenemos la solución, en los colegios privados que financiamos con dinero púbico los únicos inmigrantes son los hijos del embajador. ¿Qué has tenido que esperar en la cola del médico porque unos cuantos negros demandaban atención médica? ¿Qué me dices? En nuestros hospitales privados financiados con dinero público no tienen cabida los de las pateras. Además salen más baratos, che, una bicoca, pues a los gordos, asmáticos, sidosos y demás gente mal alimentada los enviamos a los hospitales públicos. Si es que no hay gente más barata que los guapos y delgados. ¿Qué pagas impuestos? Coño, eso se dice antes, no te preocupes que en nuestro programa electoral queda claro que a partir de ahora sólo pagarán impuestos esos desagradecidos de la nómina, el resto de actividades quedará libre de impuestos, ¡Faltaría más!

Ya, todo eso está muy bien, pero fíjese Vd., Doña Espe, resulta que esos desharrapados construyeron una cooperativa en mitad del pueblo - Cooperativa Obrera la llaman- y no podemos subir los precios en nuestros establecimientos. Se organizaron y resulta que son ellos los que fijan los precios, ¡no se dónde vamos a llegar!. No se preocupen Vds, en un año, con nuestras televisiones financiadas con dinero público, convenceremos a esos desdichados que los productos de sus establecimientos son mucho mejores, dónde van Vds a parar, incluso que rejuvenecen, que estiran la piel y dan lustre al escroto. No se preocupen, todo eso lo solucionaremos con la TDT.

En otro orden de cosas - nos ponemos pomposos, luz tenue... fondo de pasodoble-, sabe Vd, Doña Espe, que en nuestras factorías tenemos trabajadores con tanta antigüedad que cuestan una pasta, y nosotros necesitamos ganar dinero, ya sabe, queremos disfrutar de nuestras vacaciones en Sicilia, perdón, un lapsus, quería decir Valencia...Que no cunda el pánico, vamos a cambiar la legislación laboral y podrán deshacerse de esos costosos trabajadores en un abrir y cerrar de ojos, y, aquí está la gracia, sustituirlos por esos jóvenes que tienen tres carreras y dos idiomas, no se asusten, ya saben Vds que son unos inútiles. Además podrán contratarlos como becarios...o como becarias por si quieren emular a Bill.

¡Qué recuerdos, che¡ Y yo allí, en la verbena, en un pueblo que se llamaba Cuena, un tipo con un acordeón y otro con un a modo de pandereta amenizaban un insulso balanceo colectivo, y no se porqué, aún recuerdo, tachín, tachín, sutil y profundo...el estribillo: Se comenta por el pueblo...que tu novio es un ligón.... Tachín.

Y era exactamente igual, te lo aseguro, que estar agarrando entre los dos un hilo cada uno por el cabo que el otro le largaba ‘toma hilo, dame hilo’, de verdad completamente así, era tejer.

Retahílas. Carmen Martín Gaite

martes, 17 de mayo de 2011

Mueran los cabrones y los campos del honor

No, no se trata de un exabrupto, se trata de una vieja novela de Benjamín Peret, de una época en la que se experimentaba con la escritura y en la que Dadá tan sólo era un payaso con alpargatas. Una novela absurda, al menos eso pensé cuando la leí hace ya muchos años sin enterarme de nada. Tan absurda como la lectura de la prensa económica actual, en la que uno constata día a día cómo los causantes de la crisis se van de rositas y determinados políticos nos intentan convencer de la bondad de unas ideas neoliberales que convierten al ciudadano medio en perjudicado y, por ende, en idiota.

Por supuesto, no entiendo nada de economía, pero dada la falta de previsión ante la crisis, no sólo de España, sino de todos los países occidentales, los estrambóticos errores de las agencias de calificación, el papel de los bancos adjudicando créditos con marchamo de inmediato impago...podría pensarse, en primera aproximación, que tampoco ellos saben una mierda de economía. Valga como prueba la falta de acuerdo entre reputados economistas sobre el origen de la crisis y, lo que es peor, sobre las posibles soluciones.

No obstante, si analizo los platos rotos, las consecuencias para amplios sectores de la población y la falta de consecuencias para una minoría, perteneciente fundamentalmente al sector financiero, empiezo a sospechar que saben de economía bastante más de lo que parece, sobre todo cuando se trata de engordar sus bolsillos. Da la impresión que, desde el sector financiero, únicamente se desarrollaron estrategias para, con la innegable colaboración de determinados sectores políticos, saquear las finanzas públicas con absoluta impunidad. Este es un fenómeno global, donde la desregulación y la falta de control sobre los flujos monetarios constituyen las pautas comunes en el obrar de todos los países occidentales.

¿Queda algo por saquear? Sorprendentemente sí, la Seguridad Social. El terreno ya ha sido abonado. En los últimos meses se han publicado en diferentes medios sesudos artículos recomendando tanto el copago como la apertura de la Seguridad Social a empresas privadas (desde luego, no se informa de quién financia a los economistas que escriben esos artículos). En algunas Comunidades Autónomas ya empezó el saqueo, sirvan como ejemplo la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana, ambas gobernadas por el PP, o, mejor dicho, por los núcleos ultraliberales del PP. La última cuchillada trapera procede de Convergència i Unió, compensando la bajada de impuestos con serias restricciones en la Sanidad Pública.

Es una pena. Pienso que la Seguridad Social es una de las pocas cosas que hemos hecho bien en este país y debemos sentirnos orgullosos por ello. Además es una ganga, pues de la comparación con el peso en el PIB con respecto a otros países occidentales se induce que es realmente barata y que nuestros médicos y enfermeras cuestan tres duros de los de cinco pesetas. Pero, no cabe duda que puede llegar a ser un magnífico negocio si se lo cedemos a determinados amiguetes. Bernardo Provenzano, el que fuera jefe supremo de la Cosa Nostra durante cuarenta años, acostumbraba a escribir: Me alegro de saber que todos gozáis de excelente salud. Lo mismo puedo decir de mí en este momento, a Dios gracias. Pues eso.




El señor Carbón había evidentemente perdido toda la razón. Lo dejé triturar sus relojes y huí a toda carrera. En una curva del camino vi un enorme guijarro de unos tres metros de alto. Me lancé de cabeza y me zambullí dentro de él. Estaba salvado. Podía contemplar el porvenir con tranquilidad. Me instalé.

Benjamín Peret

botero1957@yahoo.es

miércoles, 23 de marzo de 2011

Tataki de atún con andriniegas

Es difícil sustraerse del pasado cuando uno camina por la calle de Aribau, contemplar los nuevos establecimientos sin preguntarse si realmente hemos cambiado tanto, o, tan sólo, nos hemos disfrazado de modernidad, de siglo XXI. Tampoco ha pasado tanto tiempo, lo justo para cambiar de abalorios: ahora portamos teléfonos móviles, chateamos, nos skypeamos, somos ciudadanos en red.

También resulta difícil considerar que el piso de la calle de Aribau era un compartimento estanco, el domicilio de una determinada familia, peculiar, pero al fin y al cabo, familia. Imposible es, también, relegar el tránsito de Aribau hasta Vía Layetana a un simple paseo desde el antiguo arrabal hasta el centro burgués y culto. Más difícil aún, si cabe, es etiquetar a unos personajes como meros comparsas que adornan el devenir de una adolescencia.

La casa de la calle de Aribau, en la medida que albergaba sucintamente un amplio espectro de estereotipos comunes, bien podría considerarse una tribu, un pueblo o un estado. La asfixiante atmósfera que envolvía a sus habitantes, reflejo del desgarro del país en unos tiempos pretéritos, se transmuta en la atmósfera digital que hoy nos acuna, adormeciéndonos con ese exceso de contenidos vanales.

Te llamé al móvil, a juzgar por el mensaje de la operadora perece que te desperezabas en lejanas tierras, una pena, me habría encantado discutir contigo cómo sería la llegada de Andrea al Aribau actual. Elegí, sin dudar, Yamadori para cenar, imposible sin reserva, pero tuve suerte y, al final, me acomodaron con amabilidad; el tataki de atún excelente, me pierde. Mientras cenaba, pensé en un Román conectado por ADSL, un tipo mezquino, soez y traicionero, me lo imagino en un chat engañando jovencitas, convirtiendo en sentencia aquella frase de Andrea: Porque entonces era lo suficientemente atontada para no darme cuenta de que aquél era uno de los infinitos hombres que nacen sólo para sementales y junto a una mujer no entienden otra actitud que ésta. Su cerebro y su corazón no llegan a más...

Intenté pensar en Juan, éste no suspiraría digitalmente y si lo hiciese, gemiría con mayúsculas; seguramente continuaría golpeando a Gloria para redimirse de las traiciones del pasado - aquel acostarse republicano y amanecer nacional -, incapaz de acomodarse al paso del tiempo. Por cierto, el anciano gordo de la mesa del fondo, acompañado de una jovencita, juraría que del Este, ¿dónde he visto yo esa escena? Gloria, le veo contemplando la tv, sin perderse una frase de esa inefable princesa del pueblo a la que dicen B. E., para olvidar, porque yo pienso mucho, chica. ¿Verdad que no lo parece? Pues yo pienso mucho, nada más que para olvidar; eso sí, Gloria sólo ve los programas de la naturaleza... sí, esos que pasan en la Dos.

A Angustias me la imagino refugiada en alguna de esas sectas católicas, probablemente en los Kikos, es lo que pasa cuando se folla con sentimiento de culpabilidad. En cuanto a Ena, prefiero imaginarla como niña-pija-con-ipone; lo suyo son las redes sociales, las amistades de quita y pon, sin compromiso...ya sabes, como si fuese de Madrid. No se como encajar a la abuela e hijas, las que aparecen después de la muerte de Román. Probablemente estos personajes sean intemporales, una abuela protectora que gestiona como puede los desbarres familiares, con un constante autoengaño...¡pobrecilla!, y unas hijas que sólo cobran protagonismo en el desenlace de la tragedia; encajan con el papel de linchadoras sociales, las que acusan tras bambalinas y después, cómo no, pretenden cobrar sus facturas.

Me temo que voy a prescindir del postre, últimamente mi garabato esta adquiriendo una extraña concavidad, justo a la altura de la cintura...Por cierto, inacabada quedó aquella conversación sobre el trepar a las tapias, no recordaba la escena, el caso es que, así de repente, debe ser que mi organismo se resiste a la ausencia de postre, he empezado a pensar en andriniegas, en una tapia de Bercedo y que, ciertamente, aquel día yo estaba subido en la tapia.



Bajé las escaleras, despacio. Sentía una viva emoción. Recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con que las había subido por primera vez. Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces.

Nada. Carmen Laforet, 1945.

miércoles, 19 de enero de 2011

¿Tiempo de delatores, Sr Revilla?

Aquel taxi terminó con mi ya menguada cartera. El tren había llegado con retraso a Chamartín y disponía del tiempo justo para llegar a una entrevista profesional (cuestión de alubias). Y allí estaban, en plena Castellana, con pancartas y silbatos... Cientos de monjas, con todo tipo de hábitos, gritando como posesas y reivindicando, ¡manda huevos!, libertad de enseñanza. El taxi detenido en el atasco, el contador, impertérrito, sumando pesetas, y en una tertulia radiofónica se hacían conjeturas a propósito de las futuras decisiones de un tal Felipe González, recién nombrado Presidente del Gobierno.

Después de lo que habíamos vivido, después de aquel férreo control que el franquismo y las instituciones católicas habían ejercido sobre la enseñanza, ¿qué pedían las monjas?. ¿qué hacía la palabra libertad en sus pancartas? Se trataba de una burda mixtificación, de prostituir una palabra en aras de conseguir unos fines más prosaicos, o sea, subvención y privilegios. Desgraciadamente, no es éste el único ejemplo en que un determinado grupo de opinión retuerce el significado de una palabra con objeto de manipular, presionar o, simple y llanamente, faltar a la verdad.

Valgan como ejemplos, faltaría más, los servicios de inteligencia yankees tratando de ocultar sus torpezas, destapadas en WikiLeaks, acusando a determinados ciudadanos de “delatores”, y, en versión mesa camilla y botijo, el Sr. Revilla, que recientemente nos deleitaba con una columna en el diario “El Mundo” titulada “Tiempo de delatores”.

No me sorprende, nunca me gusto este tipo. Populista, socarrón, excesivamente folclórico...un tipo tremendamente ladino y tramposo. A este individuo la ley antitabaco, que de ninguna manera prohibe fumar, salvo en determinados espacios públicos, le recuerda la posguerra, el nazismo y la Inquisición. Pues no, Sr. Revilla, cuando uno llama a las autoridades para denunciar que el vecino sacude a la señora, no está ejerciendo de delator, ni de soplón, ni de chivato: ejerce de ciudadano. De la misma manera obra quien denuncia al que no paga sus impuestos, al que construye ilegalmente, al que no arregla con suficiente diligencia los baches de la carretera y, por supuesto, a quien fuma un puro en un restaurante sin considerar si comparte espacio con asmáticos, alérgicos, embarazadas, niños...

En realidad las cosas son bastante más simples; a medida que nos civilizábamos, fuimos arrinconando determinados gestos, bien por pudor o bien por higiene. De está forma aprendimos que para hacer ciertas cosas debíamos acudir al baño, que no debíamos escupir en la calle,... ni eructar, ni emitir flatulencias en público y, mucho menos, en el restaurante. Es decir, hoy en día, las guarrerías corresponden al ámbito de lo privado. Y fumar, no lo negará, Sr. Revilla, es una guarrería bastante más cochina que las demás, es por esto que se le invita a Vd. a fumar fuera del restaurante: por higiene. Por cierto, Sr. Revilla, ¿se lava Vd. las manos después de fumar su puro?

También a Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española, le dio por apuntarse al disparate, y después de afirmar que “domina la ley el espíritu persecutorio”, para dar más relevancia a sus críticas, concluía su artículo (“Teoría y realidad de la ley contra el fumador”, El país) con un “P.S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo”. Mentira, Sr. Rico, le hemos visto fumar por activa y por pasiva, aquí, allá y acullá. Además, no parece muy honrado que alguien tan alejado de la ciencia como Vd., cuestione resultados científicos que, por otra parte, tan sólo un lerdo o un ejecutivo de una tabacalera se atreven a cuestionar.

También se pronunció ese a modo de australopithecus que ejerce de alcalde de Valladolid, no me molesto en transcribir sus estúpidos chascarrillos. Tampoco me paro a reflexionar acerca del porqué los ciudadanos eligen determinados alcaldes, ...¡desdichados!

Pues no, Sr. Revilla, todos los ciudadanos tienen derechos, incluso los no fumadores, y la reivindicación de esos derechos no supone delación, sino un ejercicio de ciudadanía. Fíjese, Sr. Revilla, si realmente a los españoles nos diera por exigir los derechos que nos corresponden en materia de educación, de sanidad, de vivienda...de manera formal y organizada, ¿sería Vd. Presidente?

¿Tiempo de delatores? No, Sr. Revilla: tiempo de ciudadanos.


...Propio es de hombres de cabezas medianas el embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. A todos nos conviene, amigos queridos, que nuestros dirigentes sean siempre los más inteligentes y los más sabios.

(Un apócrifo llamado Juan de Mairena)

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domingo, 19 de diciembre de 2010

Dólares

Es costumbre, en Termodinámica, dividir el Universo en dos partes claramente diferenciadas: el sistema, lo que se pretende estudiar, y el entorno, lo que no es sistema; de esta forma el estudio de la evolución del sistema requiere un análisis riguroso de los intercambios de materia y energía entre el sistema propiamente dicho y el entorno. Se trata de un procedimiento muy antiguo, tan antiguo que sorprende cómo en determinadas disciplinas se prescinde de un protocolo tan elemental. Fuera de la Termodinámica un sistema puede ser un individuo, su pueblo, su región, su nación, su continente...

En función de lo intercambiable, los sistemas pueden ser abiertos o cerrados. Pertenezco a una generación que evolucionó desde un sistema cerrado, es decir, un sistema sin intercambio de información con el entorno, a un sistema abierto, donde todos los flujos son permitidos. Pasamos desde aquel cuartel autárquico a un mundo en el que la información no tiene límites, no conoce fronteras; se pude decir que la deslocalización de las fuentes ha provocado la fusión de los sistemas con el entorno, hasta tal punto, que resulta difícil distinguir sus límites.

Enredada en la memoria quedó una conversación de críos; sentados en aquel suelo acementado discutíamos a propósito de España, y sólo teníamos dos alternativas: o España era el barrio San Alberto o era algo más grande, tan grande que sólo podía ser Mataporquera. Indudablemente, el desconcierto que generaba en nosotros la palabra España era debido a la ausencia de información. Pero, y éste es el problema, probablemente era ese desconcierto el que aportaba la conciencia de grupo, de colectividad, vamos, el ser de Mataporquera.

Recientemente, sentado en uno de los bancos de la plaza, observé a dos muchachas que la atravesaban camino del Chamberí: deportivas, vaqueros, camisetas y chicles. La misma indumentaria y el mismo masticar que observé en las muchachas de la Quinta Avenida, Carnaby Street o la rue de Rivoli. Supongo que tal manifestación de uniformidad evidencia un beber en las mismas fuentes: cine, TV, internet..Tal uniformidad, para algunos el fin del mundo, ha desdibujado tanto las fronteras que cabe preguntarse, otra vez, qué significa ser de Mataporquera, ser cántabro, ser español, ser europeo...

Supongo que los que buscan diferenciarse de los demás, vana ilusión, les gusta llamarse cántabros, catalanes..., los que eluden tal disyuntiva, se dicen ciudadanos y, cómo no, los que siguen sin enterarse de que es imposible detener los flujos de información, se autodenominan...políticos.

Y todo esto porque esta mañana leí que Goldman Sachs estima que dentro de un año el dólar se cambie a 1,5 dólares por euro, y alguno, me temo, aún cree en la incidencia de las políticas económicas locales...

El que a su mujer procura
dar remedio al mal de madre,
y ve que no la comadre
sino que el Cura la cura,
si piensa que el Padre Cura
trae la virtud en la estola,
mamóla

El padre que no replica
viendo gastar a la hijas
galas, copetes y sortijas,
desde la grande a la chica,
si piensan que no usan de pica
cuando ya saben de gola
mamóla

(Algunos afirman que las letrillas son de Góndora, otros lo niegan. Algunos piensan que el desastre económico lo creó un tal Zapatero, otros que se arregla con sentido común, al resto nos preocupa un dolar tan barato. En realidad, lo único cierto es que a Marisa Amo le incomoda que la página esté parada. Pues para que no se pare...)


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jueves, 19 de agosto de 2010

Varón Dandy

Van con la casa, en el mismo lote; vienen con las tejas, las puertas, las ventanas...¡los ineludibles vecinos!. Existen de todas las características posibles, a mí me correspondió el lote prehistórico, rara avis, una singularidad en la evolución, pues mis vecinos descienden directamente de los “Homo antecessor” de la Gran Dolina de Atapuerca.

En este tórrido verano, aquí, en la Corte, ventanas abiertas, el bullicio ha resultado insufrible. Así, encadenando noches en vela, planeando asesinatos virtuales, mirando de reojo a la crisis, han pasado los días y ya se vislumbra el final de este anodino agosto. Me crucé con él esta mañana, con el vecino, camiseta de tirantes, un a modo de gayumbos y ese andar oscilante rascándose frenéticamente la entrepierna. Lo que me pasmó fue el olor; no piensen mal, no se trataba del sobaquillo, ¡joder!, olía a Varón Dandy.

Es verdad, a decir de los incesantes mensajes publicitarios, que las fragancias te transportan a paraísos indescriptibles.Yo, es este caso, de súbito, me vi sentado en la silla giratoria del Turuta: chaval, te voy a poner una colonia para que se te acerquen las chavalas; descuiden, no surtía efecto ni a la de tres. Inolvidable, siempre cariñoso, incluso con los obligatoriamente obligados. A mí, después de mis malas notas, me llevaba mi padre de las orejas, corte de pelo al cero, que ya no se lleva eso, sin rechistar y que no quede un pelo más largo que otro. Como consuelo, dandydazo, y abandonaba la peluquería dando tumbos, literalmente embriagado por aquella “varonil” fragancia.

Es curioso, las dos barberías, pues así se decía antaño, con sus incondicionales, sus chismosas tertulias, generaban una sutil división en aquella sociedad aprisionada entre las dos fábricas. Los había pepistas y turutianos; probablemente no nos equivoquemos si aderezamos la división con las connotaciones sociales al uso, ¿dónde acudían, pues, el sargento, el médico, el maestro y el sacerdote? ¿Pepistas?

Tórrido verano éste; leí a Castelar: “¡Alá es grande en el Gurugú!”, y otra vez en el Gurugú, preguntándome por la suerte de Don Olegario Blanco; ya lo mencioné en alguna ocasión, la historia del pueblo discurre en paralelo a la historia del Gurugú. Me refugié en Blanco White, mi renegado favorito, “...la Virgen del Carmen, que es la patrona de pícaros y vagabundos en España” (cito, por si generase confusión, su procedencia: “Cartas de España”, carta quinta). Y ya estamos en la verbena, no pude evitar cierta nostalgia a la vez que tristeza, estaba allí pero me sentía ausente. Me evadí con Henning Mankell, buscando el frío del norte, y me encontré a una sociedad muy distinta a la que yo había idealizado, parece que esto de la globalización nos coloca a todos en el mismo andén, una pena.

Tórrido verano, al albur de taurinos y antitaurinos, la España de charanga y pandereta, tan machadiana, de toreros con el escapulario de la Virgen del Carmen. Han vuelto, los de la caspa, los de los cuernos y la maté porque era mía o porque no era mía, !qué más da¡. Mal asunto.

El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.


Antonio Machado: “El mañana efímero”

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domingo, 6 de junio de 2010

El molino

Con la que está cayendo resulta reconfortante volver a ver American Graffiti, no sólo por sentirse joven una vez más, sino por aquello de reflexionar sobre en qué lugar del camino perdimos el rumbo. Si bien la película narra una despedida en el último verano de la adolescencia, desde la óptica actual, con esta crisis que nos corroe, bien podría considerarse un adiós a una época irrepetible. Claro que nosotros, corría el año 62, emergiendo de aquel autarquismo cuartelero , difícilmente pudimos disfrutar de aquella prosperidad que envolvía el mundo occidental, pero esto no resta generalidad.

Para Paul Krugman, premio Nobel de Economía, aquella época resultó ser el paradigma de la prosperidad económica, entendida ésta como un reparto equitativo de la riqueza. Sin abusar de cifras macroeconómicas, es el momento en el que se minimiza la diferencia entre salarios altos y bajos y en el que una familia, con un único sueldo, podía comprar casa, automóvil, electrodomésticos y enviar a sus hijos a la Universidad. Aquello ya pasó, llegaron los Reagan, Thatcher y demás, los neoliberales, con su política de bajos impuestos para los más ricos, y convirtieron Occidente en un remedo del XIX. Aquí también nos llegó la ola, cómo no, recuerden aquel España va bien, y, de repente, casi beodos, nos dimos cuenta que con dos sueldos, lo de comprar casa y ajuar resultaba tremendamente complicado; tal como van las cosas, y por eso de terminar con la hipoteca, probablemente acabemos “emparejándonos” de tres en tres.

Realmente, cuando nos despedimos aquel verano, todos tuvimos nuestro último verano, no esperábamos esto; soñábamos con un mundo distinto, un mundo sin diferencias ni discriminaciones, sin violencia y, sobre todo, sin pobreza. ¿Dónde nos equivocamos?. Leo las cifras de paro juvenil, cerca de un 40 %, y pienso si mereció la pena tanto viaje para llegar al mismo sitio. Algunos dicen que en los 80 fue peor, no lo se, pero en este país los jóvenes nunca fueron bien vistos, y si alguien ha de pagar por tanto desatino, ¡que lo paguen los jóvenes¡

Salvando las distancias, recuerdo que un grupo de jóvenes, en virtud de la carencia de expectativas de ocio en Mataporquera, fundó una especie de club; estaba ubicado en una casa a las afueras, un lugar al que decían “El Molino”. Con esfuerzo e imaginación aquellos muchachos decoraron el local según los gustos del momento, aún recuerdo los excesos cromáticos en las paredes, y adquirieron un magnífico giradiscos. Gracias a su iniciativa pude asistir a mi primer guateque, y por qué no , al primer ataque de timidez y a la primera negativa. Desgraciadamente, por primera vez, viví el desprecio de los adultos a toda iniciativa juvenil... ¡arriba la tradición y muera la creatividad! . Los comentarios en “la cope” fueron siniestros: antro de perdición, panda de golfos, escondite de vagos...en fin, confianza a raudales. Y cómo no, la prohibición: ¡ni se te ocurra ir al Molino¡. Pues sí, yo acudí en diversas ocasiones, escuché aquellos vinilos, me fumé los primeros cigarrillos y contemplé lujurioso a las primeras muchachas. Y, además, disfruté. Apenas recuerdo los nombres de aquellos muchachos, pero creo que va siendo hora de felicitarles por colocar una bombilla en aquel lugar gris y oscuro llamado Mataporquera.

Releo algunos correos de antiguos alumnos, todos en el extranjero, y encuentro una pauta común: “Mientras en España, con todo mi currículum, no era más que un gilipollas, aquí me tratan de Vd”. He visto al embajador inglés en el aeropuerto del Prat, con su traje de raya diplomática, despedir con una pancarta a la enfermera número mil que huía hacia Inglaterra. O sea, nosotros pagamos su formación y ellos, los ingleses, disfrutan de su competencia profesional. Definitivamente, parodiando a los hermanos Cohen, éste no es un país para jóvenes.

No espero nada, llevamos muchos años ya sin que estos políticos que nos ha tocado votar alcancen acuerdo alguno. Decía el profesor Fabián Estapé que las promociones académicas son como las cosechas de vino, de vez en cuando surge una añada extraordinaria. Vistos los políticos actuales desde esta perspectiva, diríase que nos salió un vino peleón.

Otro tiempo vendrá distinto a éste. 
Y alguien dirá:  

«Hablaste mal. Debiste haber contado

otras historias: 

violines estirándose indolentes 

en una noche densa de perfumes, 

bellas palabras calificativas 

para expresar amor ilimitado,  

amor al fin sobre las cosas  

todas.»

Pero hoy, 

cuando es la luz del alba

como la espuma sucia 

de un día anticipadamente inútil,

estoy aquí,

insomne, fatigado, velando 

mis armas derrotadas,

y canto

todo lo que perdí: por lo que muero.

(Ángel González)

botero1957@yahoo.es