Mi primera bañera fue un balde; allí, en la cocina y corito, mi madre, incrédula, me frotaba las roñas acementadas al calor de la trébede. No era muy agradable, sobre todo por el tacto frío del balde, un ancho barreño de metal (¿cinc o hierro?). Aquello, afortunadamente, pasó al olvido, al igual que las palabras, por desgracia. Tanto corito como balde son palabras muy particulares, trébede no tanto.
Miguel Delibes, en “El camino", menciona la primera: “sabían que la Josefa se lanzó corita al río desde el puente”. El significado es claro, pero todas las palabras encierran matices y para mí, no es lo mismo desnuda que corita. Prefiero reservar corita para una escena de baño y toalla, y desnuda para cualquier otra situación (no es necesario entrar en detalles). También recuerdo o creo recordar expresiones como “ se te ve la corita”, pero no he encontrado referencias.
Con respecto a balde tengo mis dudas; en principio es un recipiente para albergar agua, al igual que la herrada, pero con funciones distintas. Con el plástico llegó la mixtificación del cubo, y ahora todo son cubos, salvo el cubo geométrico, al parecer. Balde también tiene que ver con gratis. En todo caso, mi primera bañera fue un balde de metal.
En realidad, no se si es bueno o malo que las palabras desaparezcan; probablemente lo que desaparece sea el contenido de las palabras, o, más que desaparecer, cambia el sentido. La palabra “desnuda” de hoy es muy distinta al “desnuda” de nuestra adolescencia, no sólo porque cambiaron nuestros registros, sino también porque cambió el país, y eso, es bueno. Hasta es posible que en la alforja de “corita” ya no quepa el morbo
Pero, ¿hay algo más desnudo que la palabra? Al final me quedó una historia de cronopios, así que en honor a Cortázar, descoritemos la palabra:
Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo
Lo que me gusta de tu sexo es la boca
Lo que me gusta de tu boca es la lengua
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.
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